domingo, 11 de agosto de 2019

El conejo

Cómo escribir la pena, si en el devenir de las palabras el trago amargo se disuelve, como si de alguna forma circulara por mi cuerpo y ya no se quedara ahí, anquilosadamente oprimiendo el pecho, las costillas...
Siento que el edificio de mi cuerpo se desmorona, será que vivimos en tierras sísmicas?
Es mi cuerpo el que se ha partido en dos y que se retuerce en la mañana fría... se ha vuelto inerte y desanimado, como si ya no tuviera utilidad... y el empuje constante que nos mantiene vivo es como un conejo que busca su madriguera, ahí en el fondo... ahí en el inconsciente... indetectable y tramposo, lleno de trampas y simbolismos...
Y por otro lado, el espíritu, hoy en día me parece una palabra absurda... que va si les hablo del alma... que va si les hablo de algo real, como si dejara de escapar... mi mente fría es la que se ha separado y siendo fiel a su cuerpo, comienza a pudrirse también...
Qué sentido tiene aplazar algo que nos vendrá a buscar de todas formas? A veces pienso en la tranquilidad que sería, pero acaso somos conscientes de que dormimos?

Los años ricos dejaron su huella con suspiros exquisitos en la boca, perfumadas y no perfumadas, perversas y amorosas... pero ya no hay nada nuevo ahí, donde el impulso natural nos obligaba en formato de invitación... que es del deseo hoy y qué será mañana... lo romántico de seguir degollando a los fantasmas, en una existencia paranormal, se ha proclamado como una luz tenue que me empuja a disfrutar de los últimos días... la valentía de enfrentarme a los gigantes, a los solemnes caballeros de lo real, me estimula una nausea motivante... como si el dolor pudiera ser vomitado...

Esos años se esconden los conejos...  Así es como el orejudo me invitó a bailar un vals en el un dos tres... un dos tres...
Riéndose sin que yo me diera cuenta, estuvo interpretando la nostalgia en su violín...
Un tap por acá y una nota que se eleva para abrirme las viceras...
El acertijo ya no esconde secretos...

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